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Yo no sé quien soy

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El 1 de agosto de 2005 tomé una maleta y salí de casa a otro país. Volvería en 5 años, ese era el pronóstico de otros tiempos en los que los venezolanos se iban para volver graduados y orgullosos. Irse y volver a formar familia y país. El 1 de Agosto de 2020 se cumplen 15 años de ese día en que me fui. A los 18 años se supone que somos adultos y ya sabemos quienes somos. Hoy, escuchando un podcast una inmigrante decía que irse de 24, la obligó a volverse adulta en España, su país de acogida y residencia. Yo me fui a los 18 y a mis 32 años crecí pero me doy cuenta de que aún, a veces, yo no sé quien soy. Escuchar a esta chica hablar de su adaptación fue duro porque resonaron paredes de muchos cuartos sin abrir. Ella ve la emigración como un proceso quirúrgico donde nos amputan un pedacito de nosotros y nos volvemos otros aprendiendo a vivir con ese vacío ahí, en alguna parte irreconocible y sin embargo tangible de nuestro ser. Ella proclama que hay que dejar ese ser atrás, ese país

María y sus recetas

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I Se despertó más temprano de lo habitual, la emoción no la dejó dormir.  Sin importarle que fuera muy temprano, se puso a buscar en las gavetas hasta conseguir un cuaderno y algo con qué anotar, la tarea que tenía por delante, además de emoción también la llenaba de miedo. Cómo iba a hacer ella, a sus 70 años, para conseguir los ingredientes, el gusto de casa y de antaño para reproducir el sabor y el recuerdo que tanto echaban de menos. Sin mucho esperar se puso manos a la obra. La primera etapa de ese reto auto impuesto fue conseguir un diccionario, sabía que no conseguiría todos los ingredientes sin tener a mano la guía para comunicarle, a esos daneses que no hablan ni una papa de español, todo lo que necesitaba. Cuando terminó de traducir los ingredientes y de hacer un recuento de lo que llevaba la receta, se dio cuenta que ese gesto, regalarle a Pía su plato favorito, implicaba también regalarle los secretos de la receta que una vez le dio su abuela, en suma, eran cie

Mar abierto

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Sin abrir los ojos supo exactamente donde estaba.  La luna era la única estrella que aclaraba la noche y un mar casi negro la llevaba de un lado a otro mientras ella, lentamente, se alejaba del mundo y entraba en un profundo sueño. En el medio de la nada, en ese mar inmenso, Gabriela sintió cómo justo debajo de ella un tiburón daba vueltas haciendo un círculo a su alrededor. Sin miedo, plenamente consciente de su presencia, Gabriela continuó con los ojos cerrados, algo dentro de sí le decía que no estaba ahí para hacerle daño. Poco a poco, dejándose ir con el paso del tiempo, Gabriela se dio cuenta que se hundía en ese mar oscuro pero aclarado gracias a la luna. Sentía el agua y reconocía al tiburón incluso teniendo los ojos cerrados. Era un tiburón gris claro con dientes y ojos enormes e imponente, ella supo que esas aguas eran suyas. El tiburón a su paso también examinaba a aquella persona que le hacía compañía, un ser humano que flotaba como si no tuviera vida. Sin

De esas cosas cursis (parte 4 - final)

GABRIELA Sonrió para si misma cuando se dio cuenta que cumplían un año de haberse conocido. Hace un año Martín entró en la vida de Gabriela para ponerla patas arriba. Fue con una sonrisa de esas que Gabriela tanto conocía que le llegó el recuerdo ese día de septiembre. Una sonrisa de melancolía; ese sentimiento que la describía en su estado natural, viviendo de alguna manera, de un pasado agridulce, añorando lo bueno con tristeza y olvidando lo malo como si nunca hubiera existido.  Ese día sintió una inmensa gratitud por todo aquello que Martín le enseñó, por lo que vivieron juntos. Para ella era como si aún lo tuviera ahí, él estaba presente en todos sus días a pesar de la ausencia concreta desde hace más de un par de meses. En ese "aniversario" era la tercera vez que se decían adiós y que se prometían continuar cada uno con su vida. Así llegó, a mediados de noviembre, la foto de Gastón Lagaffe, la excusa de Martín para quebrar el silencio, dos semanas despué

De esas cosas cursis (parte 3/4)

Gabriela es de esas personas que sin saber por qué se siguen creando castillos en el aire, a pesar de todo, sigue queriendo que ellos sean un cuento de hadas y que Martín venga, una vez más, a declararle amor eterno. A cortejarla como princesa y a llevársela en su caballo blanco a recorrer el mundo. *** Con el tiempo, Gabriela ha logrado entender que el amor eterno es una prueba de dedicación, de compartir, de paciencia, trabajo en equipo y de ganas, siendo ésta última la palabra clave de la ecuación. Ganas de querer ver lo bonito de la otra persona sin exagerarlo, de aguantar su lado oscuro y de querer siempre descubrir todos sus matices. Porque entendió que los seres humanos son entes cambiantes, llenos de emociones y que éstas se transforman. Cambian como el cuerpo con la edad y el pensamiento con un libro o gracias simplemente a la imaginación. Cambiamos gracias y debido a nuestras experiencias.  Pero en el amor, aunque todo cambie, lo que hay es sobre todo ganas d

De esas cosas cursis (Parte 2/4)

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El reencuentro de Gabriela y Martín comenzó mucho antes de que estuvieran frente a frente. Fue  real cuando Martín hacía la maleta para llegar a Roma y ella escogía las medias que acompañarían su  vestido azul. Sin decírselo, ambos tenían mariposas en el estómago que actuaban como agujas de un reloj que iba  en cuenta regresiva, ellas representaban un cúmulo de pensamientos, de ansiedad y de emociones  que hacían del tiempo una máquina independiente en el centro del estómago. Fue así como voló el tiempo de los preparativos y llegó el “Jour J”. El momento del encuentro se  había convertido en una cantidad enorme de frases y coartadas preconcebidas para conseguir “el  momento perfecto”. Todo eso para un incómodo abrazo y un “mucho gusto” de la parte de Martín  como si nunca antes se hubieran visto, que hizo todo menos romper el hielo con Gabriela. No fue  comenzar de cero pero fue sin duda una nueva línea de partida. Como todo en esta historia, su primera cita no era cualquier

De esas cosas cursis (parte 1/4)

Gabriela y Martín no eran buenos en matemáticas, se consideraban personas de letras y no de números. Sin embargo, les quedaba muy claro que la probabilidad de haber encontrado el amor esa noche, tal como ellos lo hicieron, era ínfima. Ella conocía casos similares, una de sus mejores amigas le sonrió a su obra favorita en un museo y él, creyendo que la sonrisa era para él, se la regreso halagado. Hoy, a pesar de la distancia, se quieren con todo el corazón. No, no es imposible, pero ¿Cuál es la posibilidad? ¿Cuál es la estadística de encontrarse: borrachos y felices, en una ciudad extranjera, en el mismo espacio y tiempo, y, sobre todo, en la misma sintonía? La única respuesta que se le venía a la cabeza era, simplemente, porque un encuentro de ese tipo solo puede suceder cuando dos personas buscan lo mismo. Es una cuestión de energía y no de números y probabilidades. Jamás imaginó que alguien así podría gustarle, ¿de cuándo acá se deja ella seducir tan fácilmente, es más,