Mañana morimos y volvemos a nacer

Una historia de mito y realidad.

Eran las 7, Juan Luis Guerra me despertaba y me recordaba como a las 7am también se paran los que piden visa para un sueño. Yo no, yo ya tenía mi visa y mis maletas, esas que siempre están visibles pero que nunca saben si vienen o si van, si es ida o vuelta ni por cuánto tiempo estarán llenas de allá y de aquí.

Hoy, como un regalo para subirme el ánimo había sol, un sol brillante de esos que solo salen en verano y en días contados, solo faltaban las montañas del Ávila que hacen de mi balcón el más bonito del mundo y que aquí sin embargo, solo me muestra la intimidad de mis vecinos, esos que no conozco pero que día con día descubren -y descubro- nuestra intimidad gracias a nuestras ventanas vis-à-vis.

El café sabía diferente, eran sueños los que esta mañana le daban sabor, sueños y esperanza. Un domingo diferente a los demás, uno más largo porque a diferencia de todos los demás éste me despertaba temprano, éste duraba más horas porque se combinan los husos horarios Caracas-París para esperar las noticias ... o hasta que me gane el sueño.

Hoy, después de mucho, soy venezolana una vez más, una visible, porque hoy la bandera se embellece y sus colores nos vibran en el corazón, hoy se suben los ánimos para buscar el cambio. Sí, tu dices que no, que yo desde lejos solo soy un "observador pasivo", que aquí la vida es más sencilla y en palabras de muchos, los de afuera somos los pajuos o los que no tienen "ni voz ni voto", por suerte, cada quién es libre de tener su opinión y de contribuir de la manera que considere conveniente.

Aunque no sea una "venezolana visible" todos los días para terceros, cada vez lo soy más porque diario me descubro, porque conmigo solo soy yo, porque me reconozco en los turistas que tienen marcado el país en sus acciones, porque no soy como el resto, porque soy caraqueña y nada más.

Entonces así, a la distancia, yo también "mojo el dedito" para contribuir con mi Caracas amada y en medida de lo posible con toda Venezuela; porque desde afuera también se lucha y se colabora con el país aunque uno este lejos. Porque a diferencia del que vive en Venezuela y se aguanta la inseguridad, nosotros aprendemos a vivir siendo de aquí y de allá y convirtiéndonos en híbridos de la globalización. Valoramos a partir de una nueva percepción que solo existe para el que se fue.

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