Mar abierto

Sin abrir los ojos supo exactamente donde estaba. 

La luna era la única estrella que aclaraba la noche y un mar casi negro la llevaba de un lado a otro mientras ella, lentamente, se alejaba del mundo y entraba en un profundo sueño.

En el medio de la nada, en ese mar inmenso, Gabriela sintió cómo justo debajo de ella un tiburón daba vueltas haciendo un círculo a su alrededor. Sin miedo, plenamente consciente de su presencia, Gabriela continuó con los ojos cerrados, algo dentro de sí le decía que no estaba ahí para hacerle daño.

Poco a poco, dejándose ir con el paso del tiempo, Gabriela se dio cuenta que se hundía en ese mar oscuro pero aclarado gracias a la luna. Sentía el agua y reconocía al tiburón incluso teniendo los ojos cerrados. Era un tiburón gris claro con dientes y ojos enormes e imponente, ella supo que esas aguas eran suyas.

El tiburón a su paso también examinaba a aquella persona que le hacía compañía, un ser humano que flotaba como si no tuviera vida. Sin embargo, él sabía perfectamente reconocer el pulso tranquilo de una persona en reposo. Ella no dormía pero no abría los ojos, respiraba de manera casi imperceptible y su cuerpo inmóvil se dejaba llevar por la corriente que él mismo creaba a su alrededor. Ella no tenía miedo de su presencia y él se dio cuenta de que podían estar así por horas. Él bajo la guardia y nadó con calma, sintiendo su propia fuerza, la magnitud de su presencia al lado de Gabriela. 

Entre Gabriela y el tiburón se creó un entendimiento tácito, ambos conscientes de la presencia del otro. Juntos pero distantes, atrayéndose uno al otro como una fuerza magnética que se llama pero no se toca.

Más que agua, Gabriela sentía un manto azul que recubría su cuerpo e incluso traspasaba su piel, dentro de sus ojos ese azul se convertía en una luz que emanaba energía, le daba paz y al mismo tiempo regeneraba su ser. Se sentía cada vez más lejos de si misma; sus pensamientos, responsabilidades y su cuerpo físico eran una pluma que descendía a la profundidad del mar. Lo único que la unía a la realidad era el tiburón, esa fuerza contenida que la rodeaba una y otra vez.


Sin saber si fueron segundos o años, Gabriela se dio cuenta de que él representaba todo aquello que no la dejaba tener, plenamente, paz. El tiburón concentraba en ese cuerpo inmenso, en esos dientes llenos de ira contenida y en esos ojos que le recordaban sus miedos, las tareas difíciles de un futuro incierto que no la dejaba descansar.

Mientras entendía cuál era el rol del tiburón en su historia, su cuerpo fue cambiando de posición. Se sentó en posición de loto y respiró tranquilamente rodeada de ese mundo que no le pertenecía, esas aguas oscuras le calmaban el espíritu y el tiburón recogía todo aquello que la perturbaba.

Suavemente, el tiburón, hablándole por primera vez mientras seguía dando vueltas alrededor de Gabriela, le dijo lentamente:

-Ya puedes volver, sube y vive tu presente con los ojos abiertos. Cierra los ojos y nada conmigo cuando tus miedos te nublen el espíritu, cuando necesites un respiro de lo que aún no aprendes a soltar. Yo recojo tus pensamientos oscuros siempre que estés dispuesta a reconocer su existencia. Yo siempre nadaré conmigo.

Cuando se dio cuenta, Gabriela flotaba lentamente y el agua, que quedó bajo su cuerpo, le dio paso a un manto azul que la cubría como un triángulo de luz de la cabeza a los pies.

Gabriela abrió los ojos a otra realidad.


Comentarios

  1. Bien, Pao!! Excelente!!! Esto de la escritura se te da, chica... jajaja! Me gustó mucho. Que sigan las ideas y las palabras para seguir leyéndonos :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Yo no sé quien soy

Reforma hecho feria!

Harry Potter: Red Carpet