El reloj - Relato

El tic-toc de todos nuestros días le cambiaba las ideas. Cada tic y cada toc era una idea, un sentimiento, una sensación diferente... Era una época donde ni siquiera entendía como el tiempo podía ir tan rápido, solo sentía cada cambio sin comprender bien qué significaba.

¿Cómo hacen las personas para asimilar un cambio? ¿Cómo cierran un círculo? Su voz interna siempre le respondía que había que seguir adelante, que son el positivismo y la energía las que mantienen a la gente en pie. Lo demás, esos dramas que crees que solo existen en tu cabeza, esos los tiene todo el mundo, solo que nadie los dice en voz alta ni les da tanta importancia.

Su tic toc era como una meditación activa, pasaban tantas cosas que ella ya no escuchaba ninguna, estaba por arriba de todas esas situaciones medias resueltas pero a diferencia de la meditación, ella no encontraba paz alguna. 

Era la espectadora de su propia vida.

-Esa es la clave, solo vela del lado correcto. Comentó de nuevo su voz interior.

Esa segunda persona que lleva dentro, finalmente dio la solución : observa, le dijo una y otra vez.

Un día despertó y con ese primer tic toc del reloj algo cambió, se quedó en cama y observó su alrededor, esas cuatro paredes que hacían su hogar, se dio una vuelta y se fijó en el color de sus sábanas, recordó que el violeta era el color del chakra coronario (el séptimo, el que controla todos los demás) y que por eso había escogido esas sábanas. Sonrió.

Tiró el café que guardaba en la nevera e hizo uno nuevo, fresco, fuerte. Se sentó con su taza al lado de su cama y observó ahora su cuerpo. Comenzó por los pies viendo el largo de sus uñas, el color deslavado de su piel morena ya sin sol y lo deshidratada que veía -y de repente sentía- sus piernas. Subiendo llegó a un estómago que había cambiado con los años, que tenía nueva forma, pasó sus dedos por sus costillas y desde allí miró sus manos, sus muñecas y analizó sus brazos y sus codos mientras los hacía girar. Agradeció poder ver su cuerpo bajo el sol, ese día había sol y hacía calor.

Luego, con papel y lápiz en mano comenzó un recuento de lo que había hecho con su vida, se dedicó a ver en su cabeza una película de sus años, de los miedos que adquirió de niña y aún conservaba, de los cambios físicos y personales que vivió y que la moldeaban en ese instante. Todos, los buenos y los malos.

Fue así como llegó a ese mismo día en que hacía su recuento. 

- ¿Cuánto tiempo llevas mirando tu propia vida? preguntó su voz interna. 
- No sé, el tic toc por fin se paró. Respondió

Llegó a ese día y fue así como recordó porqué estaba ahí. Entendía -finalmente- porqué las decisiones tomadas fueron todas buenas, incluso aquellas donde nada salió como quería, tenían en ese momento una razón. Ya nada era simplemente un "cambio", eran consecuencias, eran situaciones donde adaptarse era la única solución.

En ese recuento se vio como en todas sus etapas, fue brillante, rápida, ágil como un picaflor, fuerte como un león pero también perezosa, malcriada como chimpancé. Pero, ¿qué era en ese mismo instante?.

Sin saber aún con qué animal identificarse, recogió las hojas del recuento y logró saber de nuevo qué era lo que quería, porqué está en donde está y cuáles eran sus herramientas. 

La diferencia respecto al día anterior, a ese tic toc sofocante era que había perdido una de las herramientas clave, que gracias a la observación, reencontró.

-Sí, PERS-PEC-TI-VA. Dijo con tono ganador la voz.

Se tomó dos minutos más de esa mañana de auto análisis y decidió que no podía ser otra cosa que un elefante. Que sería fuerte, poderosa, escucharía con atención y comunicaría eficazmente, no olvidaría y afinaría su memoria, que sería -como los elefantes a su manera - más humana (los elefantes son los únicos animales que hacen duelo).

Desde ese día le cambió la vida, esta vez, de verdad. Las cosas retomaron su curso y el tic toc su ritmo normal, cada asunto tenía ahora de manera natural no solo un lugar y tiempo "perfecto" sino también un punto de vista adaptado al mundo real.

-Ya no te ahogas en vasos de agua. Ahora disfrutas del mar. Concluyó la voz.

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