De esas cosas cursis (parte 1/4)

Gabriela y Martín no eran buenos en matemáticas, se consideraban personas de letras y no de números. Sin embargo, les quedaba muy claro que la probabilidad de haber encontrado el amor esa noche, tal como ellos lo hicieron, era ínfima.

Ella conocía casos similares, una de sus mejores amigas le sonrió a su obra favorita en un museo y él, creyendo que la sonrisa era para él, se la regreso halagado. Hoy, a pesar de la distancia, se quieren con todo el corazón.

No, no es imposible, pero ¿Cuál es la posibilidad? ¿Cuál es la estadística de encontrarse: borrachos y felices, en una ciudad extranjera, en el mismo espacio y tiempo, y, sobre todo, en la misma sintonía? La única respuesta que se le venía a la cabeza era, simplemente, porque un encuentro de ese tipo solo puede suceder cuando dos personas buscan lo mismo. Es una cuestión de energía y no de números y probabilidades.

Jamás imaginó que alguien así podría gustarle, ¿de cuándo acá se deja ella seducir tan fácilmente, es más, de cuando acá le gusta a ella la salsa? Esa noche fue una noche de primeras veces, la primera vez que deja todo de lado, la primera vez que roba un beso, la primera vez que no quiere que se acabe la noche, en fin, la primera vez que no se preocupa por lo que pueda pasar después, eso que llaman “futuro”. 

Pero la noche sí se acabó y cada uno regreso a su lado del mundo. 

Tomando en cuenta que en una situación como esa el “futuro” es improbable, su mensaje fue prácticamente inesperado. Por un lado, fue una sorpresa y, por el otro, una confirmación de que lo vivido no fue una ilusión solo para ella y sus sentidos sino para los dos.

Fue entonces cuando todo comenzó.

Después de ese mensaje dejaron de ser un encuentro cualquiera y se convirtieron en esa probabilidad minúscula donde dos almas se encuentran e intentan vencer las barreras, la timidez de Martín y los miedos de Gabriela pero sobre todo -porque para Gabriela las cosas nunca son sencillas- la distancia. Decidieron que el futuro sí existe y buscaron confirmar lo que gritan sus sentidos, darle una oportunidad a la suerte o destino o esas cosas que hacen girar el mundo sin que nos demos cuenta.

Ella supo después que hasta el universo se puso en sintonía con su historia. El horóscopo le confirmó que fueron las estrellas, el universo y la luna nueva en sagitario las que hicieron que las condiciones se alinearan y que ellos se reconocieran entre la multitud. La descripción del signo Géminis nunca había sido tan acertada. ¿Qué más sería si no es obra del universo? ¿Cómo se consiguen dos personas, así de diferentes y similares en un lugar como ese? Ya no son las probabilidades, es cosa del destino.

Así pasaron los días, entre mensajes, promesas y encuentros digitales. Sabían que por el momento al menos, no era una puerta la que se abría sino una ventana enorme, una aventura donde ambos experimentaban, por primera vez, una experiencia sin precedentes.




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