De esas cosas cursis (parte 3/4)

Gabriela es de esas personas que sin saber por qué se siguen creando castillos en el aire, a pesar de todo, sigue queriendo que ellos sean un cuento de hadas y que Martín venga, una vez más, a declararle amor eterno. A cortejarla como princesa y a llevársela en su caballo blanco a recorrer el mundo.

***

Con el tiempo, Gabriela ha logrado entender que el amor eterno es una prueba de dedicación, de compartir, de paciencia, trabajo en equipo y de ganas, siendo ésta última la palabra clave de la ecuación.

Ganas de querer ver lo bonito de la otra persona sin exagerarlo, de aguantar su lado oscuro y de querer siempre descubrir todos sus matices. Porque entendió que los seres humanos son entes cambiantes, llenos de emociones y que éstas se transforman. Cambian como el cuerpo con la edad y el pensamiento con un libro o gracias simplemente a la imaginación. Cambiamos gracias y debido a nuestras experiencias. 

Pero en el amor, aunque todo cambie, lo que hay es sobre todo ganas de querer.

Gabriela tiene ganas hasta para repartir y a Martín le faltan ganas para intentarlo. 

Martín piensa y luego actúa, se guía por la cordura y sensatez de los pueblos del norte, por la calma. Por eso actúa como le dicta el lado izquierdo del cerebro hasta que el corazón toma las riendas, y en secreto con el lado derecho, hacen que se salga de control. Recuerda lo que es sentir y tener ganas, ganas de más.

Y así se viven Gabriela y Martín, absorbiendo sus ganas y neutralizando sus impulsos, ella sus ansiedades y él sus miedos y distancias. Ellos están viviendo a medias, queriendo sin quererse y sobretodo sin dejarse ir.

Un año después Gabriela no es la misma de la que se enamoró Martín. No es la chica que él persiguió por el mundo. Ellos no son esos que se conocieron hace un año y hoy, aunque se buscan, olvidaron cómo encontrarse. Les cuesta reconocerse y entender qué es lo que les gusta del otro. Sin embargo, siguen tan unidos como las almas gemelas de la leyenda del hilo rojo e invisible, ese que según los japoneses te une con tu alma gemela desde que naciste.

De la ecuación, ese fue el regalo del tiempo, entender que por más que ambos han intentado cortar el hilo, siguen atados uno contra el otro. Atados a kilómetros de distancia pero a centímetros de corazón.

En resumen, porque en esta historia aún no hay final posible, la ecuación no es otra más que: 
                                                                      Amor = tiempo + ganas

No hay ni exponenciales ni X indescifrables.

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