De esas cosas cursis (parte 4 - final)

GABRIELA

Sonrió para si misma cuando se dio cuenta que cumplían un año de haberse conocido. Hace un año Martín entró en la vida de Gabriela para ponerla patas arriba.

Fue con una sonrisa de esas que Gabriela tanto conocía que le llegó el recuerdo ese día de septiembre. Una sonrisa de melancolía; ese sentimiento que la describía en su estado natural, viviendo de alguna manera, de un pasado agridulce, añorando lo bueno con tristeza y olvidando lo malo como si nunca hubiera existido. 

Ese día sintió una inmensa gratitud por todo aquello que Martín le enseñó, por lo que vivieron juntos. Para ella era como si aún lo tuviera ahí, él estaba presente en todos sus días a pesar de la ausencia concreta desde hace más de un par de meses. En ese "aniversario" era la tercera vez que se decían adiós y que se prometían continuar cada uno con su vida.

Así llegó, a mediados de noviembre, la foto de Gastón Lagaffe, la excusa de Martín para quebrar el silencio, dos semanas después el cumpleaños de Martín, la excusa de Gabriela y luego las fiestas navideñas que les permitían estar en la vida del otro y romper con sus promesas de distancia, de seguir cada uno por su lado.

Finalmente Gabriela se dio cuenta del problema de su relación con Martín, ella amaba tanto el sueño de lo que pudieron ser, que tenerlo aunque fuera a medias era una forma de alimentar eso que ella tanto quería que vivieran juntos.

Cuando se quedó sin teléfono y se vio obligada a llevar una vida "a la antigua", Gabriela pudo darse cuenta de que sus ganas de Martín estaban ligadas a la rutina, a saberlo disponible ya que gracias a las redes sociales él estaba ahí, presente. Cada día se fue desintoxicando de su rutina de buscarlo, de saber como iba su día o de querer siempre más de las respuestas que el le regalaba a cuenta gotas.

No tener teléfono y concentrarse en lo que pasaba en el momento presente, a su alrededor, hizo que Gabriela recuperara ese pedacito de consciencia donde se encontraban todos los errores de Martín, todas sus andanzas y sus pasos en falso. Se dio cuenta que ya no lo extrañaba, comenzó a perder la costumbre de buscarlo, de esperarlo.

Comenzó a quererlo desde el recuerdo.

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MARTIN

Martín no supo que hacer cuando Gabriela dejo de responder sus mensajes. Siempre habían intervalos, él mismo los creaba para poder evitar confusiones en Gabriela. Sin embargo, sin respuesta de su parte, tuvo que buscar en el fondo de si mismo de donde venían esas ganas de saber de ella, de tenerla cerca sin que pudieran tocarse, enfin, esas ganas de atención y de control de la relación que ellos aún mantenían.

Al principio Martín estaba seguro de que el silencio era otro de los juegos de Gabriela, una de sus pataletas para llamar su atención, pero pasaron los días y ella nada que volvía. Obligado por las condiciones aprendió a adaptarse a la ausencia de Gabriela, hasta darse cuenta que era su egoísmo lo que siempre lo hacía ir a buscarla. Gabriela ya no era esa chica de la que él se había enamorado un año atrás, se había convertido en su salvavidas, en su cheerleader y en la persona que le remontaba la moral.

Con el paso del tiempo, a él también se le aclararon las ideas y los sentimientos, pudo dibujar una linea invisible entre los momentos en lo que realmente la quiso y aquellos en donde cualquier excusa le permitía tenerla a su disposición.

Aprendió a quererla desde el recuerdo.

***


Pasaron varios meses antes de que volvieran a tener noticias uno del otro, verse de nuevo fue como reencontrarse con un pedacito de si mismos, reconocer sus olores y las manías que se conocían de memoria uno del otro, fue también un momento para descubrir lo que había cambiado, para sentir las nuevas cicatrices de sus cuerpos y quererse sin la nostalgia del pasado.

Hoy los comía la intriga de saber en qué se habían convertido.





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