Silencio
(Ficción)
Tomó el teléfono, escribió el mensaje, lo
releyó unas cuantas veces y cuando estaba seguro de que eso era exactamente lo
que quería decir, presionó suprimir y puso el fútbol.
Era como entrar en trance. Él se ahogaba de
fútbol, 90 minutos después había olvidado si había enviado el mensaje o no,
pero en cualquier caso no lo volvería a escribir, además, el juego le recordaba
sus años jóvenes, cuando él estaba en la cancha, lo admiraban y la vida era
sencilla, recordaba esa sensación de valor y omnipotencia que solo se tiene a
los veinte y estando en la universidad. En ese momento, durante el trance, no
sentía ni ganas ni desamor, no se preguntaba porque las mujeres querían siempre más y
porque la de él, en específico, era la más complicada del planeta, la que
quería, siempre, un poquito más que el resto, o al menos, más que todas las
anteriores con las que él había salido alguna vez.
Pasaron los días y él siguió escribiendo y
suprimiendo mensajes, olvidaba entonces lo que era hablar con ella, de un
momento a otro dejó de esperar los jueves en la noche o los sábados cuando
llegaba de sorpresa después de salir en noche de chicas. Pensaba, de repente,
si ella también pensaba en él, si, siendo tan cursi como él la conocía, ella sería seguramente la primera en romper la ley del hielo y escribir de nuevo.
Nunca antes se había cuestionado lo irónico
que era ser orgulloso, porque crees tener todo, estás seguro de tener la razón
y sin embargo, no tienes nada; él la había perdido por quererse más a
él mismo.
Pasaron más días y con ellos olvidó escribir
esos mensajes, ya no le hacían falta sus palabras y así se fueron callando
las propias incluso en sus pensamientos, se dedicó más y más a reencontrar su
vida de antes de ella, recuperó todos los espacios de su cama, sus noches entre
amigos, la comida chatarra y sus idas al jogging para compensar los malos
hábitos.
El silencio se transformó finalmente en
gritos apasionados, se le olvidó ahora sí, por lo menos hasta diciembre, lo que
había sido estar con ella, tenía la mejor cura que un hombre podía pedir, había
comenzado la Champions League y así, en un abrir y cerrar de ojos, se acabaron
los problemas, era hombre una vez más!
Comentarios
Publicar un comentario