Cartas Parisinas I

Primera parte.


La ciudad de las luces y sus historias de amor...

Las cosas no siempre son como nosotros queremos..y de una u otra forma todo gira en torno a la felicidad. Ese beneficio personal que intentamos conseguir en cada una de las cosas que hacemos. ¿Por qué entonces, si es lo que todos queremos, es tan difícil encontrarlo? Somos seres impresionantemente complicados y, honestamente, eso de la simplicidad es un chiste. 

París respira gracias a sus historias de amor, 99 por ciento alimentada por historias de turistas, nosotros, que los vemos todos los días, vivimos quejándonos del cliché que eso significa, no entendemos la importancia -o el valor- de las fotos de bodas en el Louvre, en Sacré Coeur o incluso en La Bastille. Olvidamos el significado del romanticismo porque olvidamos ver París con esos lentes de romanticismo, hasta que nos pasa a nosotros...entonces somos ellos.

Es entonces cuando los turistas nos ven, a esos "franceses" que no dejan de besuquearse en el metro, en los semáforos, en las estaciones del tren, en las plazas, en el Campo Marte, y la verdad poco importa donde nos vean porque los parisinos son unos exhibicionistas de sus ganas. En ese momento, cuando nos convertimos en ellos, la ciudad deja de ser gris y agotadora y por fin se convierte en la ciudad de la luz, quizás por unos días, un mes o para los que tienen suerte por toda la vida...depende de la historia.

Nosotros, los parisinos -sin considerarme nada más que una "parisina residente" y seguramente en tránsito- tenemos que vivir con esta ambivalencia, nosotros hacemos de esto un círculo vicioso, porque la ciudad se prende y apaga de acuerdo a cada historia, a la circunstancia y a los hechos; a nuestras historias, esas que para los turistas hacen de París la ciudad del amor. 

Somos nosotros quienes alimentamos el cliché.


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Cartier tiene toda una colección de historias parisinas de amor...

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