Cartas Parisinas IV

"On ne vit qu'à paris et l'on végète ailleurs"
      Le Méchant. Jean-Louis Baptiste Gresset.


Las relaciones que tenemos con la ciudad donde vivimos varían según las relaciones sociales que desarrollemos a medida que vivimos la ciudad; pasamos del amor al odio en dos segundos y nos enamoramos de nuevo incluso porque (finalmente) salió el sol. Nuestra visión del día a día es moldeada entonces por detalles infinitos que la mayor parte del tiempo no vemos a simple vista.

Tu relación con tu ciudad se define realmente cada vez que sales de la misma, cuando cambias de aires y recuerdas a la distancia (porque 7mil kilómetros te ayudan a tomar un poco de perspectiva) qué es lo que sientes y cómo tu mente, cuerpo y alma te dicen de manera clara y convincente: vuelve o no vuelvas nunca más. Como los presentimientos y las corazonadas te dan señales claras de tus sentimientos y al volver ves de verdad a la ciudad por lo que es.

Todas las ciudades te cuentan su historia según la forma en que fueron concebidas y cada detalle te muestra la personalidad y el carácter de la misma. Las ciudades latinoamericanas, por ejemplo, son una muestra clara del desarrollo de las ciudades según sus necesidades, las empresas coloniales dejaron pocas muestras (centro históricos pero poca arquitectura u orden de la herencia europea) y crecimos creando autopistas y encerrándonos en el progreso, por suerte -al menos para la jungla que es Caracas- las montañas son más grandes que la mente humana y siguen ahí para recordarnos que el mundo ha sido mundo mucho antes del uso del petróleo.


Paris no es ninguna excepción, también tiene historia, una tan larga que le joroba la espalda. Sin embargo, es una ciudad tan conocida, tan definida por el mundo y la visión globalizada de una ciudad "romántica y perfecta" que es difícil conocer o entender nuestra relación con ella. Todo está predeterminado por guías turísticos y clichés preconcebidos (buenos o malos).


Paris es para mi, desde hace poco, un cuento de hadas, 3 semanas lejos me mostraron que bien o mal, feliz o triste, esta ciudad te permite leer tu historia día con día agregando elementos que antes poco habías notado. Sus calles estrechas, su arquitectura pomposa, sus pocos días de sol o sus interminables días de lluvia crean el fondo perfecto de tu historia. A diferencia de otras ciudades, la suntuosidad parisina  está en todos lados, cada calle tiene una infinidad de detalles que se esconden las primeras cien o mil veces que le pasas por delante y luego, de repente, está ahí, aumentando tu enamoramiento o tu desilusión. Está ahí mostrándote que hay mucho más de lo que crees, hay tanto, que es como ser niño de nuevo y ver algo por primera vez: impresionante y agobiante al mismo tiempo.

Por eso es un cuento, porque incluso en su momento más agotador, en el clímax de la historia donde el siguiente paso es incierto, ésta ciudad te brinda drama, el elemento extra que exagera la realidad, tu realidad. Al final, con o sin clichés, París es una ciudad de locos, locos de verdad y locos momentáneos, de frases prefabricadas y cortesías ensayadas, es la ciudad de los clichés, de las luces y del amor. 


Es mi cuento de hadas.



Robert Doisneau

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