La niña mala



La niña mala es la primera novela que me gustó mucho, muchísimo, a pesar de no soportar a sus personajes principales.

Ricardo y la niña mala son la muestra perfecta de la naturaleza humana, donde, siempre buscando más para nosotros mismos, terminamos hiriéndonos o haciendo daños a terceros con o sin motivo. ¿Negativo como pensamiento?, sí, ¿real? también.

Lo increíble de Vargas Llosa en esta obra es que con su narrativa sencilla y esa calma poco pasional del narrador en los ojos de Ricardo, a mi me volvió loca. Su narrador, sin duda, ha de ser francés; él, como buen francés expresa incluso sus sentimientos como una disertación digna de la Sorbonne, una lista de hechos claros y precisos, un 2+2 es 4 y nada más. Incluso en esos momentos álgidos de la historia la rabia es contenida, esa pasión infinita de Ricardo por la guerrillera, kuriko y esas otras mil mujeres también es calculada, fría y controlada, tanto como la niña mala.

No logro quitarme de la cabeza un hecho evidente para esos dos seres: la soledad. Ambos personajes (quizás por eso no los quiero) me hicieron sentir una terrible soledad, me hicieron despreciar el amor pasional y la relatividad de la felicidad. Sin embargo y a pesar de mi negatividad, me mostraron cómo, teniendo dos visiones de la vida tan diferentes la una de la otra, ambos fueron capaces de conseguir, en algún momento, un punto medio en donde convivir y aún mejor, cómo vivir consigo mismo.

Quién lea esto y no haya leído la novela pensará que lo más sencillo era cerrarla y olvidar que uno la estaba leyendo, pero como Ricardo, uno se ve atrapado en ese relato por los detalles históricos donde no solo conoces París y mucho del Perú, sino por la descripción de movimientos sociales, por Londres como ícono cultural y por la historia de la vida misma.

Esta historia sin duda te demuestra dos hechos irrefutables: el azar no existe y finalmente, la vida hace de nosotros lo que quiere, siendo ésta su gran ironía.

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