Se te va a salir el corazón

Ya ni siquiera sabía cómo eran los días, no sabía si pensaba correctamente o si todo era una continuación de pensamientos-acciones-horas-días y semanas. 

Desde ese lunes de febrero ya nada era lo mismo.

- Se te va a salir el corazón si sigues así. Qué manía la de ella de hablarse siempre mentalmente y recriminarse cada una de sus acciones, pensamientos e incluso su manera de sentir.

Loca o no, su cabeza tenía razón, si seguía así se le saldría el corazón. Explotaría en mil pedazos o se arrugaría como pasa con el pasar del tiempo y luego saldría con un estornudo o una bronquitis típica de la época de invierno.

Este segundo mes del año -sobre todo después de ese fatídico lunes en que se cayeron los telones- su vida tomo, otra vez, un nuevo curso. Ya no sabía si eran aventuras, decisiones (poco) acertadas o simplemente una sucesión de bolas curvas como en un partido de baseball, el punto irrefutable era que, una vez más, todo volvía a cambiar. Y esos cambios siempre modificaban al cien por ciento su percepción del mundo.

Comparó el latir de su corazón con el rumor de las piedras, ese estruendo mágico y horrible que antecede un terremoto, que te recuerda que hay millones de partículas acumuladas en tu interior que en ese preciso instante se mueven de un lado a otro desesperadas por salir.

Boom, boom, boom, boom, boom, boOM, BOOM. Se te va a salir el corazón, le recriminó de nuevo el yo interior.

Contó hasta diez, respiró y respiró y sus pulmones solo aclararon el run run del corazón. Sí, ella sabía y confirmaba que se le iba a salir el corazón. Pero, una vez que estás consciente de los hechos, ¿cómo haces para evitar lo imposible? 

Típico de  ella, decidió hacer una lista, estaba segura que una lista (palabras, razón y más palabras y razón) arreglaría las cosas y le daría a su amado corazón razones suficientes para quedarse en su lugar.

Pasaron días antes de poner siquiera una palabra. Su lista era un fiasco para si misma porque no conseguía razón alguna para detener al corazón; éste no solo seguía arrítmico e independiente, sino que jugaba con sus nervios. Fue entonces cuando recordó que otra posibilidad era revivir sus estrategias de la infancia : ¡ música ! poner un placebo podría aplacar esa piedra que llevaba en el pecho y ponerle incluso alguna flor. Para su sorpresa, su cerebro le envió la imagen perfecta de cómo quería que luciera el corazón.

Fuente : Instagram @mujermedicina

Pasaron semanas, meses incluso antes de ver el más mínimo resultado. Una palabra, un gesto, cualquier cosa que recordara ese lunes ahora lejano podía reactivar ese rumor, ese ruido y ese palpitar que ahora lograba comprender. 

No era horrible, era un sonido sordo pero constante, un caminar rápido y una emoción que decidió instalarse para recordarle no ese lunes en particular, pero esos meses donde la vida parecía diferente. Meses donde la ilusión alimentó plantas que hoy tenían flores por motivos diferentes. La verdad es que fueron Tchaikovsky, Vivaldi y Bach quienes descifraron ese rumor para ella. Era su piedra, su propio volcán interno quien le decía que aún vivía, que no saldría de su pecho pero que estaba más presente que nunca, aunque ella pensara lo contrario. Que esos meses no fueron para otros sino  para ella un nuevo despertar de si misma. Los demás, al menos ésta vez, eran complemento y no protagonistas. Esas sensaciones eran propias, únicas e infinitas.

Aprendió entonces a acoplar ese nuevo ritmo cardíaco, a veces fuerte y a veces débil, con sus arpegios predilectos, a vivir de manera sinfónica.

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