El romanticismo, el de verdad.

"Amar.te.duele". Cantó Natalia Lafourcade, cuánta razón tenía.





Como todo en la vida, la semántica nos enreda el día a día y nos envuelve en dimensiones y significados infinitos, es por eso, que un grupo de intelectuales del siglo XIX se apoderó con la bandera del romanticismo para hacer de su causa una que entendiera todo el mundo, solo que, a mi parecer, escogieron la bandera equivocada.

Porque el romanticismo, como movimiento  social y literario, para mi, poco tiene que ver con el amor, al contrario, tiene mucho que ver con el desamor y la delgada linea de la inestabilidad sentimental. Sí, hay amor, claro que hay amor, pero para Standhal, Lamartine o Fontainbleu eso no era suficiente, incluso Chopin buscó a partir de su música hacernos sentir ligeramente miserables.

Miserables porque el romanticismo se basa en esa materia prima de la soledad, de la tristeza y la distancia, el gusto por ese lugar del corazón donde nada es suficiente, era gente como dirían por las calles: gente intensa. Que vivían al máximo sus emociones y las llevaban al extremo.

Quizás es por eso justamente que son románticos, porque a partir de una mala -o tan buena que resulta trágica- experiencia amorosa su mujer musa se convirtió en un estigma para el resto de sus vidas, una experiencia que transformó su visión del mundo y los volcó hacia la naturaleza, una soledad concurrida por la compañía de una vida al natural,  una libertad contra-corriente que les permitió alejarse de una sociedad revuelta e incongruente.

Entonces ha de ser eso el amor, la incomprensión del ser, de si mismo y de sus sensaciones. La incomprensión embriagada de locura, porque amar de verdad solo se puede si uno está loco de remate e ignora las señales del cerebro, las alarmas que te dicen que cada instante vas más hondo y tu línea invisible realidad-fantasía es cada vez más difusa.

Mis cursos de literatura no han hecho más que demostrarme cómo siglo con siglo lo único que cambia es el lenguaje, la forma de expresar eso que sentimos -en cualquier ámbito, no solo el sentimental- porque los problemas son los mismos, la base del conflicto y del éxito del ser humano, no han cambiado nada en absoluto. La diferencia está, creo, en que nuestra amada libertad del siglo XXI nos encierra en códigos preestablecidos y en siglos anteriores crear era libertad, la de verdad.

El verdadero amor era ser fiel a si mismo, a tu propia libertad. La genialidad estaba entonces en cómo conseguir expresarlo-expresarte en una sociedad donde los candados sociales eran visibles y no invisibles como ahora.


Botero

Para mi, el amor son estos dos gordos de Botero embriagados de la vida, de sus vidas y de la combinación de las mismas en una noche a dos -entre dos, cuando se baila con los ojos cerrados porque se ve todo con el alma. Porque el amor es efímero y eterno, es una noche y un amanecer. Es todo y sin embargo no es nada.

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