Historias de amor I - Mariana


Mariana tiene 30 años, un cuerpo escultural, una mente sana y un corazón lleno de alegría. Es una de esas personas que siempre va por la vida con la frente en alto, con la cara al sol para disfrutar el calor y una media sonrisa que esconde su picardía. Es de esas mujeres que los hombres se voltean a ver cuando camina calle abajo.

Mariana se levantó esa mañana con una sensación particular, era uno de esos días cuando se está feliz sin razón aparente, como un presentimiento, una emoción llena de sabor. Ya ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que se sentía así.

Salió a las 7am como todos los sábados y luego de 10 Kms regresó no solo feliz sino orgullosa de su proeza deportiva. Estaba segura de que sería un día excelente. Lo sentía y su deporte matutino le confirmaba que no se equivocaba.

Luego del desayuno se fue a disfrutar del día. Era un sábado en una Caracas perfecta, con el sol radiante y esa brisa característica que no permite que te de mucho calor, el Ávila de fondo brillaba verde ante sus ojos. Era un cuadro panorámico perfecto. Tomó el libro del momento y "Samsa enamorado" le llenó la mente y el corazón de algo que al principio no supo describir. Seguía sintiendo el corazón caliente gracias a esa sensación que la acompañaba desde la mañana, pero la historia de Samsa le dio un nuevo matiz, le mostró un ángulo que ella no había contemplado. 

Samsa le permitió descubrir a través de sus ojos porque era mejor ser humano que un pez o un girasol, le recordó que esa sensación no era un presentimiento cualquiera, era el corazón que le anunciaba que algo estaba cambiando y esa emoción era la prueba. 

Se recostó sobre su espalda con los ojos cerrados y saboreó en su cabeza las últimas palabras de Samsa : 

-Si constantemente deseas ver a una persona, seguro que un día acabarás viéndola.
...
A sus ojos, cada uno de los gestos de la muchacha tenía encanto. Parecía un girino desplazándose con fluidez a la superficie acuática. 
...
Lo único que sabía es que deseaba ver una vez más a aquella chica jorobada. Deseaba intensamente verla.

Mariana no entendía cómo podía sentirse como Samsa si sus situaciones tenían tan poco en común, sin embargo, esa felicidad, ahora que le había conseguido un nombre a esa sensación que la había despertado, era la razón del cambio repentino. Un amor infinito se despertaba y le calentaba el corazón, ella no tenía a la chica jorobada, como Samsa, para explicar el porqué de esa sensación, pero sonrió al darse cuenta que después de mucho tiempo, fue el amor propio quien le calentó el corazón, por primera vez en mucho años no fue pez o girasol y por fin, se encontró.

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